Tuesday, February 21, 2006

La nueva relacion entre Colombianos


Una seria rectificación de la economía implica la paz, el fin de la guerra y la cimentación de una cultura de concertación que descubra, en el encuentro de las fuerzas sociales enfrentadas, la posibilidad de construir un criterio de verdad y de razón más acertado para la realidad colombiana.

El sociólogo Habermas opina que por encima de la razón instrumental, aquélla que arregla los medios supeditados a los fines y que termina por supeditar al hombre y a la naturaleza al criterio simple del beneficio privado, se encuentra la razón comunicante, construida sobre la base de la interlocución y el respeto de los interlocutores. Esta última es una razón superior, en la medida en que puede acercar con mayor eficacia que aquélla a un criterio de verdad sobre el entorno y las relaciones con la humanidad y la naturaleza.

Los colombianos, en los diferentes procesos de paz parciales que han vivido y en los procesos de reforma democrática que han implementado con el concurso de diversas fuerzas sociales, políticas y étnicas, han descubierto la certeza de construir una razón comunicante en Colombia.

El esfuerzo de profundizar la democracia, de radicalizarla vinculando cada vez más a enormes sectores de la población, hasta ahora excluidos, al espacio de las decisiones y del poder político, puede construir a la larga un nuevo concepto de razón y de entendimiento, que es básico para edificar unas nuevas relaciones sociales en la producción.

La profundización de la democracia implica la construcción de una economía también democrática, donde la relación y la concertación entre los protagonistas de la producción sea básica para la definición de nuevos criterios tecnológicos, organizativos, directivos y de una producción que tenga como fin el incremento de la calidad y la intensidad de la vida de los colombianos.

El criterio de eficiencia económica tiene que escapar del estrecho criterio occidental de la maximización del beneficio y la minimización de los costos, para acoger la tesis de la maximización de la función social de la producción y de la propiedad. De tal forma que más que una sociedad de libre empresa, hoy se necesite construir una sociedad de libre trabajo, que englobe y supere a la primera.

Nuevas relaciones democráticas entre los colombianos traen consigo también nuevas relaciones ante la propiedad de los factores que pueden producir. El monopolio de la propiedad de los medios de producción, de comercialización, de comunicación e información tiene que llegar a su fin. Para ello, se puede establecer la promoción de un renovado criterio de propiedad pública que sobrepase al antiguo y conservador de la propiedad estatal, una propiedad controlada por la misma sociedad en los sectores básicos para la democracia: las comunicaciones, la defensa, la información y la infraestructura económica.

Es posible establecer un nuevo criterio de propiedad solidaria en el área de las finanzas, el crédito, la comercialización de los alimentos, que permita su democratización para bien del conjunto de la economía. También se puede establecer una nueva regla de propiedad privada de cara a sus responsabilidades sociales, controlable por la sociedad y dispuesta a la innovación tecnológica, a la creatividad social y a la interlocución abierta al mundo.

Economía Colombiana, de VERDAD


Colombia demanda profundas rectificaciones en el terreno de la economía. Se ha fracasado en la empresa del desarrollo y la claudicación se expresa hoy en la aceptación completa y acrítica de los procesos de globalización económica, que ya han producido dos efectos: el desastre africano, medido en millones de víctimas, y la africanización de América Latina. Los colombianos se han negado la posibilidad de imaginar otros contenidos de la palabra desarrollo, que no signifiquen necesariamente igualarse a las economías industrializadas. Y en esta carrera loca por asemejarse a lo que no son, los colombianos han caído en el peor de los terrenos económicos, el de la mentira. La economía de artificios que desde hace décadas se construyó en Colombia es el manifiesto más claro de la incapacidad de crear una nueva relación entre sociedad, producción y naturaleza.

La economía especulativa como mecanismo caníbal de apropiación de fortunas, de tierras, de hombres y de naturaleza, en manos de unos pocos que no producen, ni crean, ni inventan, ha castrado las posibilidades de un desarrollo y una tecnología supeditados a la sociedad, a la cultura, al aumento integral de la calidad de vida del conjunto del país. En medio de un escenario como éste, cualquier "política social", cualquier discurso estatal en torno a la problemática social de los colombianos no pasará de ser otra mentira, otro artificio.

En medio de la fragilidad de la política social, tan ingenuamente defendida por un movimiento sindical que renunció a su propia independencia, surge un debate igual de falso entre los defensores de un liberalismo social y los neoliberales. Un debate en el que los oponentes sólo se separan por un problema semántico y de ritmos, sin cuestionar las bases artificiales del conjunto de la economía. Ambas tendencias se autoproclaman como las únicas posibilidades reales para el crecimiento, cuando su propuesta es simplemente una y sólo repite cinco décadas de fracaso. En realidad, neoliberales y social-liberales son lo mismo. A los gaviristas y a los samperistas sólo los separa un problema de edad y de talante.

La economía especulativa, profundamente parasitaria y feudal, no sólo ha negado a los colombianos la posibilidad de la invención y la creación productiva, sino que además es la base financiera de la guerra y de la violencia. Este tipo de economía se defiende con las armas y parcela al país en diversos ejércitos. El propósito de la paz se esfuma, se convierte también en discurso poco creíble y artificioso, si no se articula a la necesidad de modificar las metas y los criterios económicos.

Es preciso que los colombianos se ofrezcan la posibilidad de rectificar el camino del desarrollo y doten a la producción de bienes y servicios de nuevos contenidos, esencias y objetivos, de cara a elevar la intensidad y la calidad de la vida humana en el país. Esta meta es posible si se diseña un renovado diálogo entre los propios colombianos, entre éstos y la naturaleza y entre las distintas civilizaciones del mundo.

Saturday, February 18, 2006

Neoliberalismo Colombiano


Los neoliberales colombianos, ante la evidencia irrefutable del descalabro del modelo especulativo de acumulación -próximo a diluirse como fuego de artificios-, desinflando los activos construidos sobre la base de un crecimiento irreal de la riqueza, levantaron el criterio de edificar una economía regida por el principio de la libertad de los mercados competitivos internacionales.

El proyecto neoliberal creyó falsamente que el culpable del agotamiento de la potencialidad productiva del país era el viejo modelo de sustitución de importaciones, de marca claramente cepalina. Erróneo principio de partida, porque dicho modelo, en realidad, jamás se implementó con exactitud en Colombia. El principio neoclásico de desregular los mercados disminuyendo la participación activa del Estado en la economía fue gravemente interpretado y llevado a la práctica en Colombia desde el comienzo. Se destrozó así la posibilidad de un proceso serio de sustitución de importaciones, de tal forma que el neoliberalismo, en lugar de ser una moda contemporánea, siempre ha existido en el país. Es más, resulta innecesario agregar el prefijo "neo" -válido en países que habían construido modelos diferentes al liberal- para retomar después el sistema.

Por ello, la reforma gavirista no produjo el revolcón económico esperado. El proyecto antimonopolista neoliberal culminó ante la evidencia de la imposibilidad de incentivar la competencia privada en el país, en un plan que priorizó el desmantelamiento de los monopolios estatales en la producción y los servicios. Los monopolios estatales pasaron de inmediato bajo la propiedad de los privados y el neoliberalismo colombiano terminó así en un proyecto político cooptado por los intereses monopolistas, contrariando suès propias raíces filosóficas.
El gavirismo económico no fue sino un episodio más que refrendó el desenvolvimiento espontáneo del modelo liberal de desarrollo, entregando un espacio, antes vedado, para la apropiación privada. El fracaso estrepitoso reveló la imposibilidad de pensar en un idílico modelo de libertad competitiva, ya rebasado en la historia de la humanidad, como mecanismo básico de un proyecto antimonopolista. Algo tan platónico e ilusorio como pensar en su contrario: un plan económico que buscara la erradicación de los monopolios privados, mediante la construcción de monopolios estatales. Lo mismo ocurre con el llamado modelo de "economía mixta", que pretende una convivencia de monopolios privados y estatales en la economía.

Estas fórmulas de superación del modelo especulativo de desarrollo no sólo han fracasado ya en otros escenarios internacionales, sino que además son el reflejo de un empecinado esfuerzo por imitar una modernidad extraña e imponer por la fuerza un criterio occidental de modernización, que en nada tiene en cuenta a la propia latinoamericanidad.

Un proyecto antimonopolista debe, ante todo, recoger del ideario neoclásico la posibilidad de construir un modelo granjero en las mejores tierras del país, redistribuyéndola y devolviendo la actual frontera agraria a su estado previo. La reforma agraria como proyecto antimonopolista no sólo tiene un efecto en la refocalización de la inversión privada hacia la economía productiva, sino que además ataca en la base la fuente de una mentalidad dirigente conservadora y autoritaria, al mismo tiempo que resquebraja definitivamente la influencia premoderna de los grandes hacendados legales e ilegales en la dirección económica y política del país.

Valorización y Especulacion de la Tierra en Colombia

El tercer fenómeno revelador del modelo de acumulación especulativa en Colombia son los altos precios de la tierra rural y urbana, que coloca sus indicadores al nivel de ciudades como Bruselas, Madrid o Miami.

Los efectos que produce la articulación entre los altos tipos de interés bancario y los elevados niveles de valorización de la tierra- producto de una demanda desmedida, determinada por el sesgo feudal de la mafia y de los posibles inversores nacionales- provoca un desincentivo real y serio de la inversión privada en proyectos productivos.

La aplicación que hace Hernán Echavarría de las tesis keynesianas, sobre la desviación de las preferencias por la liquidez hacia la tierra en Colombia, expresa con certeza este fenómeno propio de una economía especulativa con profundas influencias premodernas. El acelerado proceso de valorización del suelo desvía enormes masas de capital de la actividad productiva hacia el artificio. Esto es, la compra de un recurso que, como la tierra, en sí mismo no tiene valor económico, pero que, por mecanismos ideológicos y culturales, expresa relaciones de poder y de dominación política y social territorial.

Las obsesiones especulativas sobre la tierra tienen enormes efectos perversos sobre el medio ambiente, en tanto que centenares de miles de familias campesinas e indígenas son obligadas a desplazarse hacia las áreas de frontera agraria, rompiendo ecosistemas valiosos en selvas y bosques tropicales y, peor aún, ascendiendo en las zonas de cordillera hacia los mismos nacimientos de agua potable. El grado de injusticia social producido, la defensa armada de tierras, el conflicto exacerbado, la guerra sin parámetros éticos de ninguna especie son algunos de los efectos de este fenómeno.

La desmesurada valorización del suelo urbano, ligado al enorme grado de monopolización de la industria articulada a la construcción, no permite el establecimiento de una política seria de vivienda para los sectores más empobrecidos de la población. Enormes masas de valor se desplazan por medio del pago de rentas, de los sectores pobres hacia los propietarios de tierras urbanas -en general empresas constructoras-, mientras amplios espacios de los mejores terrenos quedan improductivos, sin ninguna utilización social, en espera de valorización.

Como en ningún otro momento de la historia colombiana, la necesidad de una profunda reforma agraria podría atajar tantos sesgos negativos de la economía al mismo tiempo. Una reforma produciría una mejora inmediata de la distribución del ingreso, de la calidad ambiental del país -en tanto que defendería la biodiversidad, al hacer retroceder la frontera agraria- y de la cantidad de agua potable, una disminución de las áreas sembradas para narcóticos, un impulso del incentivo hacia la inversión productiva -gracias al descenso de la preferencia por las tierras- y un enorme progreso en las posibilidades de paz y el fin de las guerras por la tierra.

Thursday, February 16, 2006

LAS ALTAS TASAS DE INTERES

Las elevadas tasas de interés, en general, reflejan la voluntad del Estado por reducir los niveles de inflación en Colombia. Aparentemente, estos índices son el reflejo inercial de un nivel de crecimiento de los precios que se niegan a obedecer los dictados del recetario monetarista de restricción de la masa monetaria. Ni el nuevo estatus autonómico del Banco de la República, ni el elevado nivel de las tasas de interés, ni el congelamiento del crédito han logrado disminuir sustancialmente los índices de la inflación en el país.
Los defensores de las prácticas monetaristas olvidan que, hoy, los movimientos de masa monetaria en un país no dependen ya de los mecanismos de control estatal interno, sino que escapan a ellos, al obedecer a tendencias mundiales claramente especulativas. La gobernabilidad de las economías nacionales es cada vez más difícil, por no decir ilusoria. Movimientos marginales de capital desde el punto de vista mundial pueden ser determinantes en Colombia y contradecir, por completo, el esfuerzo estabilizador de su Gobierno.
No obstante, ese fenómeno de globalización especulata del capital no constituye la causa única de la persistente inflación nacional, sino que ésta también se debe a una elevada preferencia por la liquidez, que es reflejo a su vez de la estructura especulativa de la propia economía.
Los balances de las principales empresas monopolistas del país indican que, de sus beneficios, la parte que representa ganancias por intereses y colocaciones bancarias es superior a las que se derivan propiamente de su actividad productiva. Incluso se exporta buena parte de los beneficios como colocaciones internacionales, en lugar de buscar senderos de inversión en Colombia. Se trata de una actitud que podría reproducir la catástrofe mexicana de 1995, tan solo si se presentara un efecto de pánico sobre los especuladores internacionales que colocan su dinero en títulos de ahorro nacionales.
El incremento de la liquidez en la economía conduce a la persistencia de la inflación y, por tanto, a las elevadas tasas de interés en el país. Es el ciclo de acumulación especulativa el que causa este desajuste que, a su vez, reproduce el desincentivo a la inversión, en contraposición a las tesis neoliberales que atribuyen el fenómeno a una inadecuada política estatal del gasto público.
De hecho, la independencia o no del Banco de la República es irrelevante para controlar esta situación y conduce a una polarización engañosa del control de las políticas monetarias entre la banca privada y el Gobierno, que oculta la necesidad de democratizar el sistema financiero, comenzando por lograr que la ciudadanía obtenga controles reales sobre la junta directiva del banco emisor.
El abultado nivel de ganancias especulativas, en relación a las propiamente productivas dentro de las empresas, muestra otro fenómeno que contribuye a fortalecer el régimen de acumulación especulativa en el país. Se trata del desmedido poder del sector financiero dentro de la economía y de los mecanismos de toma de decisión política- alejados de la discusión pública-.
El interés del sector financiero siempre buscará la máxima separación entre las tasas de captación y las tasas de empleo, y el menor encaje posible de los recursos, produciendo- siempre que logre influir en la política pública y subsistan los niveles crónicos de inflación- una rígida tendencia a impedir cualquier disminución de los tipos de interés en el país.
La tesis de Samper sobre la necesidad de bajar las tasas de interés falla radicalmente, en tanto que no elimina las causas reales del fenómeno y las reemplaza por una pretensión clientelista sobre la junta directiva del Banco de la República.

La Economia Especulativa y sus Efectos


Se puede expresar que la economía monopólicamente especulativa que ha construido el modelo liberal de desarrollo se manifiesta, en los últimos años, a través de tres fenómenos: la economía del narcotráfico, las altas tasas de interés y los enormes precios de la tierra.
1.- El narcotráfico
En general, el narcotráfico es una actividad de mercado que crece al amparo de la prohibición internacional. Precisamente ésta le brinda la posibilidad de obtener las más altas tasas de rentabilidad del mercado y, por lo tanto, le otorga su fortaleza. La rotunda prohibición, más que la expresión de la moral profundamente conservadora del calvinismo anglosajón, es la manifestación política de una clara impotencia de la civilización occidental industrializada para otorgar a los individuos la intensidad de vida que le quita la misma sociedad de consumo y que lo condena a la soledad, a la muerte social y a la extinción de la libertad y la imaginación colectiva.
Sin embargo, en Colombia esta actividad ha crecido excepcionalmente, porque además existen condiciones nacionales que permiten su expansión. Entre esas circunstancias se halla una mentalidad empresarial profundamente atacada por la cultura de la especulación generada en el modelo liberal de desarrollo. La adicción a la ganancia sencilla conlleva, necesariamente, la implementación de las actividades de beneficio fácil que deja el mercado.
De tal forma que la economía especulativa no es un producto de la irrupción económica del narcotráfico sino, al contrario, su causa principal, aunque posteriormente el narcotráfico termine por agudizar el efecto especulativo de la economía colombiana. La prueba de ello se encuentra en la misma estructura de la actividad comercial del narcotráfico. El tráfico de drogas nació como una actividad oligopolista, que trataba de imitar el comportamiento monopolista de la economía legal nacional. Los carteles no son más que la salvaje imitación del modelo organizativo de los grandes carteles legales del país y su cultura, su lógica, constituyen la réplica, también, de la mentalidad especulativa de las elites económicas del país.

Colombia: Insuficiencia Monopolistica


El monopolio, como todo especulador protegido, es incapaz de suscitar imaginación social y tecnológica, nunca ha aportado un solo avance científico, técnico o social al país. Los monopolios no han sido ni siquiera aptos para competir con éxito en el mercado internacional, su paquidermismo no se lo permite. Sólo una mediana empresa surgida por la existencia de ventajas comparativas- que han permanecido hasta ahora relativamente estáticas -, ha podido determinar el leve crecimiento exportador de la economía colombiana, lo mismo que el hallazgo de riquezas naturales que, de vez en cuando, salvan los balances económicos de los ministerios de Hacienda.
El monopolio no fue capaz de generar un verdadero proceso de reforma agraria, que diversas clases empresariales del mundo emprendieron para lanzar su economía capitalista, y que fue el principio conductor de los populismos latinoamericanos en México, Brasil y Argentina y del llamado "milagro económico" de los tigres del sudeste asiático. Los monopolios colombianos prefirieron la comodidad de una alianza con los propietarios de la tierra que el temor a las turbulencias sociales.
En Colombia, el intento populista fracasó en el Gobierno de López Pumarejo, por la renuncia y cobardía de la clase empresarial de aquel momento para enfrentarse a los terratenientes y acceder a una alianza con los trabajadores y los campesinos dispuestos a luchar por ese proyecto político. Luego, la iniciativa populista murió definitivamente tras el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en 1948. El empresario colombiano traicionó su propia actividad económica y prefirió el matrimonio paralizante con la vieja capa de propietarios. Una mentalidad atrasada, reaccionaria, penetró en todos los poros y resquicios de la sociedad, condenando al país a frenar su proceso de construcción de nación y de modernidad propia.
De este modo, la economía colombiana fue generando una manera de pensar facilista, audaz solamente para conservar los beneficios logrados en la especulación, pero cobarde en cuanto a la innovación y la imaginación social se refiere, feudal en el manejo de los hombres, de los conflictos, oligárquico en la conducción del Estado.
Como los empresarios alemanes del período prefascista, los monopolios nacionales fueron incapaces de democratizar el país y generaron, los primeros, una mentalidad reaccionaria y autoritaria que produjo la hecatombe mundial del nazismo y, los segundos, el genocidio permanente de los colombianos.
El monopolio nacional fue prematuro y, a diferencia de las grandes multinacionales que comenzaron su desarrollo en medio de una competencia salvaje al interior de sus propios países de origen- que los dotó de unas elites directivas audaces e innovadoras- , los colombianos nunca conocieron la competencia, el riesgo a perder. El monopolio colombiano es, en el mundo empresarial, una simple extensión de la mentalidad rentista y conservadora del propietario de tierras. Esta práctica, en lugar de ser una burda imitación de las formas organizativas de la economía moderna occidental, se construye como la expresión nacional de la alianza entre empresarios enajenados de su propio proyecto histórico y los antiguos terratenientes usufructuarios de los botines de las guerras de independencia. En la gerencia monopolista nacional se encuentra la lógica inerte, vacía de imaginación, autoritaria y cobarde, premoderna en todo el sentido de la palabra, del dueño de haciendas y hatos.
Estos monopolios (6) hoy apoyan firmemente al Gobierno de Ernesto Samper porque éste les ha asegurado las últimas porciones rentables que aún quedan del Estado: las telecomunicaciones, la televisión y algunas grandes concesiones para obras de ingeniería civil.
El monopolio económico, como el viejo estalinismo, es también totalitario. El grupo Santo Domingo estuvo a punto de obtener al mismo tiempo un Presidente de la República, el control de los principales espacios televisivos, radiofónicos y escritos, la presidencia de la mayor central de trabajadores y del principal partido de la izquierda colombiana.
El modelo liberal de desarrollo no es en Colombia un modelo de libre competencia regido exclusivamente por las leyes del mercado. Esta ilusión neoliberal no es más que eso, un sueño irreal que naufraga en la realidad económica de un país sin mercado y sin competencia. El modelo simplemente es un sistema de reglas y de proyectos políticos, que permitió el libre desarrollo- sin mayores interferencias estatales o sociales-, de la apropiación monopolista de un raquítico mercado de bienes de consumo masivo.

Colombia Economica

La economía colombiana es realmente una economía de la mentira, construida sobre la base de cosas que no son ciertas ni reales, espejismos que han edificado en el transcurso de los decenios una compleja, pero ilusoria, economía de la especulación.

La economía especulativa es aquella que ve crecer permanentemente la riqueza medida en cantidades de dinero, sin ninguna relación con el crecimiento de las cosas, los objetos reales ni los valores de la sociedad. Este fenómeno es básicamente el fruto del modelo liberal de desarrollo que los dirigentes tradicionales del país han implementado durante el presente siglo.
Mientras Argentina, México y Brasil desarrollaban un relativamente exitoso proceso de sustitución de importaciones, bajo la conducción decidida de un Estado que apostaba por una política de crecimiento industrial bajo los preceptos de la modernización occidental, en Colombia, la violencia (1) desatada por liberales y conservadores, primero, y luego el cercenante Frente Nacional (2) no permitieron una política seria de industrialización ni de modernización real del aparato productivo. Tanto la violencia como el Frente Nacional convirtieron a los partidos tradicionales y sus diferencias ideológicas en simples competidores en la carrera por privatizar lo poco que del Estado se había construido, mediante instrumentos como el clientelismo y la apropiación patrimonial del poder público.

Colombia tuvo un falso modelo de sustitución de importaciones que generó una incipiente industria, desde el principio monopolista y, en forma permanente, consentida por un Estado subyugado a su interés particular. El mercado nacional e internacional, en su actuar espontáneo, fueron realmente los únicos generadores del proceso de crecimiento económico que se llegó a conocer, aunque bastante deformado y timorato. Muy rápidamente, esa economía monopolista, protegida por un Estado del que ella misma se apropió, engendró una dinámica puramente especulativa.

Era fácil, en aquel entonces, incrementar los beneficios a través del fortalecimiento del sector financiero, como proveedor de fondos del público transferidos hacia las inversiones de los mismos dueños del banco (3) También resultaba sencillo aumentar los beneficios simplemente al establecer un diferencial suficiente entre tasas de interés para las colocaciones y para los créditos. Con ello se condenaba a centenares de miles de colombianos a no poder construir empresas, por el incremento del costo del capital.
La crisis financiera de 1982, pagada por todos los colombianos, mostró la evidencia de este crecimiento mentiroso. Se puede afirmar que el modelo liberal de desarrollo generó una economía especulativa altamente monopolista, una economía de la mentira.