Thursday, February 16, 2006

Colombia: Insuficiencia Monopolistica


El monopolio, como todo especulador protegido, es incapaz de suscitar imaginación social y tecnológica, nunca ha aportado un solo avance científico, técnico o social al país. Los monopolios no han sido ni siquiera aptos para competir con éxito en el mercado internacional, su paquidermismo no se lo permite. Sólo una mediana empresa surgida por la existencia de ventajas comparativas- que han permanecido hasta ahora relativamente estáticas -, ha podido determinar el leve crecimiento exportador de la economía colombiana, lo mismo que el hallazgo de riquezas naturales que, de vez en cuando, salvan los balances económicos de los ministerios de Hacienda.
El monopolio no fue capaz de generar un verdadero proceso de reforma agraria, que diversas clases empresariales del mundo emprendieron para lanzar su economía capitalista, y que fue el principio conductor de los populismos latinoamericanos en México, Brasil y Argentina y del llamado "milagro económico" de los tigres del sudeste asiático. Los monopolios colombianos prefirieron la comodidad de una alianza con los propietarios de la tierra que el temor a las turbulencias sociales.
En Colombia, el intento populista fracasó en el Gobierno de López Pumarejo, por la renuncia y cobardía de la clase empresarial de aquel momento para enfrentarse a los terratenientes y acceder a una alianza con los trabajadores y los campesinos dispuestos a luchar por ese proyecto político. Luego, la iniciativa populista murió definitivamente tras el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en 1948. El empresario colombiano traicionó su propia actividad económica y prefirió el matrimonio paralizante con la vieja capa de propietarios. Una mentalidad atrasada, reaccionaria, penetró en todos los poros y resquicios de la sociedad, condenando al país a frenar su proceso de construcción de nación y de modernidad propia.
De este modo, la economía colombiana fue generando una manera de pensar facilista, audaz solamente para conservar los beneficios logrados en la especulación, pero cobarde en cuanto a la innovación y la imaginación social se refiere, feudal en el manejo de los hombres, de los conflictos, oligárquico en la conducción del Estado.
Como los empresarios alemanes del período prefascista, los monopolios nacionales fueron incapaces de democratizar el país y generaron, los primeros, una mentalidad reaccionaria y autoritaria que produjo la hecatombe mundial del nazismo y, los segundos, el genocidio permanente de los colombianos.
El monopolio nacional fue prematuro y, a diferencia de las grandes multinacionales que comenzaron su desarrollo en medio de una competencia salvaje al interior de sus propios países de origen- que los dotó de unas elites directivas audaces e innovadoras- , los colombianos nunca conocieron la competencia, el riesgo a perder. El monopolio colombiano es, en el mundo empresarial, una simple extensión de la mentalidad rentista y conservadora del propietario de tierras. Esta práctica, en lugar de ser una burda imitación de las formas organizativas de la economía moderna occidental, se construye como la expresión nacional de la alianza entre empresarios enajenados de su propio proyecto histórico y los antiguos terratenientes usufructuarios de los botines de las guerras de independencia. En la gerencia monopolista nacional se encuentra la lógica inerte, vacía de imaginación, autoritaria y cobarde, premoderna en todo el sentido de la palabra, del dueño de haciendas y hatos.
Estos monopolios (6) hoy apoyan firmemente al Gobierno de Ernesto Samper porque éste les ha asegurado las últimas porciones rentables que aún quedan del Estado: las telecomunicaciones, la televisión y algunas grandes concesiones para obras de ingeniería civil.
El monopolio económico, como el viejo estalinismo, es también totalitario. El grupo Santo Domingo estuvo a punto de obtener al mismo tiempo un Presidente de la República, el control de los principales espacios televisivos, radiofónicos y escritos, la presidencia de la mayor central de trabajadores y del principal partido de la izquierda colombiana.
El modelo liberal de desarrollo no es en Colombia un modelo de libre competencia regido exclusivamente por las leyes del mercado. Esta ilusión neoliberal no es más que eso, un sueño irreal que naufraga en la realidad económica de un país sin mercado y sin competencia. El modelo simplemente es un sistema de reglas y de proyectos políticos, que permitió el libre desarrollo- sin mayores interferencias estatales o sociales-, de la apropiación monopolista de un raquítico mercado de bienes de consumo masivo.

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