Tuesday, February 21, 2006

Economía Colombiana, de VERDAD


Colombia demanda profundas rectificaciones en el terreno de la economía. Se ha fracasado en la empresa del desarrollo y la claudicación se expresa hoy en la aceptación completa y acrítica de los procesos de globalización económica, que ya han producido dos efectos: el desastre africano, medido en millones de víctimas, y la africanización de América Latina. Los colombianos se han negado la posibilidad de imaginar otros contenidos de la palabra desarrollo, que no signifiquen necesariamente igualarse a las economías industrializadas. Y en esta carrera loca por asemejarse a lo que no son, los colombianos han caído en el peor de los terrenos económicos, el de la mentira. La economía de artificios que desde hace décadas se construyó en Colombia es el manifiesto más claro de la incapacidad de crear una nueva relación entre sociedad, producción y naturaleza.

La economía especulativa como mecanismo caníbal de apropiación de fortunas, de tierras, de hombres y de naturaleza, en manos de unos pocos que no producen, ni crean, ni inventan, ha castrado las posibilidades de un desarrollo y una tecnología supeditados a la sociedad, a la cultura, al aumento integral de la calidad de vida del conjunto del país. En medio de un escenario como éste, cualquier "política social", cualquier discurso estatal en torno a la problemática social de los colombianos no pasará de ser otra mentira, otro artificio.

En medio de la fragilidad de la política social, tan ingenuamente defendida por un movimiento sindical que renunció a su propia independencia, surge un debate igual de falso entre los defensores de un liberalismo social y los neoliberales. Un debate en el que los oponentes sólo se separan por un problema semántico y de ritmos, sin cuestionar las bases artificiales del conjunto de la economía. Ambas tendencias se autoproclaman como las únicas posibilidades reales para el crecimiento, cuando su propuesta es simplemente una y sólo repite cinco décadas de fracaso. En realidad, neoliberales y social-liberales son lo mismo. A los gaviristas y a los samperistas sólo los separa un problema de edad y de talante.

La economía especulativa, profundamente parasitaria y feudal, no sólo ha negado a los colombianos la posibilidad de la invención y la creación productiva, sino que además es la base financiera de la guerra y de la violencia. Este tipo de economía se defiende con las armas y parcela al país en diversos ejércitos. El propósito de la paz se esfuma, se convierte también en discurso poco creíble y artificioso, si no se articula a la necesidad de modificar las metas y los criterios económicos.

Es preciso que los colombianos se ofrezcan la posibilidad de rectificar el camino del desarrollo y doten a la producción de bienes y servicios de nuevos contenidos, esencias y objetivos, de cara a elevar la intensidad y la calidad de la vida humana en el país. Esta meta es posible si se diseña un renovado diálogo entre los propios colombianos, entre éstos y la naturaleza y entre las distintas civilizaciones del mundo.

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