Saturday, February 18, 2006

Valorización y Especulacion de la Tierra en Colombia

El tercer fenómeno revelador del modelo de acumulación especulativa en Colombia son los altos precios de la tierra rural y urbana, que coloca sus indicadores al nivel de ciudades como Bruselas, Madrid o Miami.

Los efectos que produce la articulación entre los altos tipos de interés bancario y los elevados niveles de valorización de la tierra- producto de una demanda desmedida, determinada por el sesgo feudal de la mafia y de los posibles inversores nacionales- provoca un desincentivo real y serio de la inversión privada en proyectos productivos.

La aplicación que hace Hernán Echavarría de las tesis keynesianas, sobre la desviación de las preferencias por la liquidez hacia la tierra en Colombia, expresa con certeza este fenómeno propio de una economía especulativa con profundas influencias premodernas. El acelerado proceso de valorización del suelo desvía enormes masas de capital de la actividad productiva hacia el artificio. Esto es, la compra de un recurso que, como la tierra, en sí mismo no tiene valor económico, pero que, por mecanismos ideológicos y culturales, expresa relaciones de poder y de dominación política y social territorial.

Las obsesiones especulativas sobre la tierra tienen enormes efectos perversos sobre el medio ambiente, en tanto que centenares de miles de familias campesinas e indígenas son obligadas a desplazarse hacia las áreas de frontera agraria, rompiendo ecosistemas valiosos en selvas y bosques tropicales y, peor aún, ascendiendo en las zonas de cordillera hacia los mismos nacimientos de agua potable. El grado de injusticia social producido, la defensa armada de tierras, el conflicto exacerbado, la guerra sin parámetros éticos de ninguna especie son algunos de los efectos de este fenómeno.

La desmesurada valorización del suelo urbano, ligado al enorme grado de monopolización de la industria articulada a la construcción, no permite el establecimiento de una política seria de vivienda para los sectores más empobrecidos de la población. Enormes masas de valor se desplazan por medio del pago de rentas, de los sectores pobres hacia los propietarios de tierras urbanas -en general empresas constructoras-, mientras amplios espacios de los mejores terrenos quedan improductivos, sin ninguna utilización social, en espera de valorización.

Como en ningún otro momento de la historia colombiana, la necesidad de una profunda reforma agraria podría atajar tantos sesgos negativos de la economía al mismo tiempo. Una reforma produciría una mejora inmediata de la distribución del ingreso, de la calidad ambiental del país -en tanto que defendería la biodiversidad, al hacer retroceder la frontera agraria- y de la cantidad de agua potable, una disminución de las áreas sembradas para narcóticos, un impulso del incentivo hacia la inversión productiva -gracias al descenso de la preferencia por las tierras- y un enorme progreso en las posibilidades de paz y el fin de las guerras por la tierra.

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